Capítulo 1
Era una mañana como cualquier otra
para una tribu nómada del norte del Sahara. El grupo estaba compuesto por unos
cincuenta miembros, treinta de los cuales eran mujeres y niños. Además, en la
tribu se encontraba un famoso reportero que realizaba un estudio de las tribus
del norte del Sahara. Era un joven español, alto y rubio, con los ojos
marrones. Su nombre era Julián. Los miembros de la tribu se habían levantado
pronto para ordeñar las cabras y hacer las demás tareas.
La mañana trascurrió tranquila
hasta que de pronto vieron cómo una roca gigante envuelta de fuego se
aproximaba al desierto. Todos corrieron a refugiarse en sus tiendas y empezaron
a rezar a Alá. Enseguida sintieron un gran impacto en el suelo. Temerosamente
salieron de sus tiendas, y vieron que la inmensa roca había caído sobre una
duna. Todos se acercaron, Julián también, y observaban asombrados y con miedo
la gran piedra. En ese momento, Julián se dio la vuelta y se dirigió a su
tienda, abrió su mochila y sacó un teléfono por satélite. Marcó el número de un
antiguo amigo suyo que se dedicaba a la geología y que vivía en Cadiz. Tras
varios pitidos recibió respuesta.
- Hola Alfred. Soy Julián ¿Que tal
estás?
- Julián, ¡cuánto tiempo! ¿Qué te
cuentas?- dijo sorprendido por la llamada. Hacía unos diez años que no hablaba
con él.
- Pues Alfred, estoy haciendo un
estudio sobre las tribus del norte del Sahara para luego hacer un reportaje, y
acaba de suceder algo impresionante que probablemente te interese. Estoy frente
a un meteorito, al lado del campamento en el que me encuentro.
Esperó la respuesta de su amigo,
pero solo le escuchaba tartamudear.
-
Alfred, ¿Estás ahí? - preguntó para asegurarse de que la línea no se
había cortado.
-Lo siento, amigo, pero es que no
me lo podía creer. El martes pasado descubrimos que un meteorito se acercaba a
la tierra y situamos su ruta de impacto hacia Egipto, pero se desvió y lo
perdimos, descubrimos que era un fragmento de una de las lunas de Marte, por
eso, cuando me lo has dicho, me he sorprendido tanto - contestó por fin Alfred.
La conversación continuó aún más
animada. Tras algunas indicaciones, quedaron en Melilla y desde allí cogerían
un todoterreno para ir hacia el campamento de la tribu. Los dos se pusieron de
acuerdo y colgaron.
Cuando Julián colgó el teléfono y
lo guardó en su mochila, salió de su tienda y vio como todos los miembros de la
tribu rezaban alrededor del meteorito. Estaban de rodillas, con sus brazos
hacia arriba y hacia abajo, pidiendo a Alá que les perdonase y que no les
castigase más. Esto sorprendió muchísimo a Julián, que cogió su libreta y
apuntó todo lo acontecido. También su conversación con Alfred. Era su diario y allí
apuntaba todo su día a día con la tribu.
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